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jueves, 5 de agosto de 2010

MALA EDUCACIÓN: ENTRAR A CASA AJENA A ORDENAR QUE SE CALLEN.





Y, como estamos en difíciles tiempos, como los que estamos, si encima nos ponemos nerviosos, más que hombres, seremos osos que buscando presa andamos, entre nosotros nos peleamos, en ridículo quedamos, por nuestros propios actos o por con otros no tener el buen tacto que siempre se recomienda.

El calor, la crisis, la soberbia, la altanería, arrogancia y el engreimiento hacen que poco a poco, entre todos nos quememos queriendo dar escarmiento a cuanto se nos cruza en el camino.

Por todo esto y por algo más me apetece contarles la historia de uno que en su día un negocio regentaba. Carrera tenía, aunque algunos no lo creían más, como rectitud requería y otras mejores cosas pretendía, se engañó consigo mismo y, asimismo, no era pequeño el berenjenal en el que se metió. Montó un tienda, de esas que para echarla a andar, buenas espaldas necesitas pues, de no tener cuita, en grande problema te ves. Y eso pasó, que se le engañó y por eso mismo quebró y tan de repente como un rayo, en grande deuda quedó. Y no contento con eso, de estrés un poco padeció y como tanto eran los nervios, uno de ellos, de repente, se paró de tal forma que un ojo, paralizado quedó. Y comenzaron las visitas. Primero, al de cabecera o de familia como ahora lo llaman. Éste, no viendo nada raro, al especialista lo envió más entre una y otra visita, a un famoso oculista acudió. El oculista tampoco cosa rara vio y al otro especialista, entonces, acudió y, con gran pesar, asustado y resignado, aguantó el tipo al oír lo que este último diagnosticó. Esclerosis y múltiple otorgó y dos años a esa consulta acudió. Su miedo y desesperación por meses aumentaba y, cuantas más veces a consulta iba, más desesperación, depresión y miedo de sus carnes se adueñaban. Mas día feliz ese día en que en viaje de asueto su médico estaba, y otro distinto a este hombre trataba y, asombrados ambos, otra receta le daba. Que, de esclerosis, nada de nada, y que más bien por estrés, así se había encontrado, dos años, casi nada, y tras consultar con otro colega y hacer las pertinentes pruebas, lo afirmaba, pues todas las pruebas así lo sentenciaban, dado de alta, perdone las disculpas y disfrute, que bastante ha sido la “cagada”.

La diferencia entre los tres médicos últimos, especialistas en el ramo, es que el primero dejóse llevar sólo por los indicios, las estadísticas, lo probable y no hizo las pruebas pertinentes, oportunas y necesarias en estos casos y, cuando los otros dos las hicieron, demostraron el error del primero, soberbio como él sólo.

Habrán podido deducir que de mi persona se trataba y en el Hospital Cristo Rey de Jaén ocurrieron los hechos, por si alguien quiere, necesita y cree oportuno comprobarlo.

Y, con esto y un colorín, hasta aquí llega el follín, que a buenos entendedores pocas palabras y yo, desde luego, no tengo más ganas de discutir con imbéciles. (“Rae: imbécil, falto de razón”, por si acaso tampoco se entiende).

Feliz verano a todos.



'Nunca discutas con un idiota, la gente podría no ver la diferencia'
Immanuel Kant